Los Mundos de Denis
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Capítulo 1: Y abrió los ojos

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Mensaje por Lauriweasley Miér Oct 25, 2017 9:39 pm

El pequeño Denis se había metido en líos. Otra vez. Aunque los líos y los problemas no eran algo desagradable para un aventurero sediento de aventuras. Su corazón latía al ritmo de sus pasos, con pasión desenfrenada y el peligro pisándole los talones. Una vez más. No podía pararse, no podía dar marcha atrás y deshacer sus pasos. Estaban persiguiéndole en la oscuridad. Denis no sabía lo que se ocultaba en las sombras que lo acechaban, pero, sin duda, no era algo bueno.

Sin embargo, Denis tenía algo que no tenían aquellas sombras. Tenía luz. Conocía a la más anciana de las estrellas, que siempre le aconsejaba seguir el camino que ellas le marcaban en el cielo. Al principio no podía distinguir el camino entre tantas luces, entre tantas estrellas. Así que, simplemente, se dejaba guiar por su corazón, por su instinto. El camino de las estrellas lo pondría a salvo de sus perseguidores, lo mantendría vivo. Tenía fe en ello.

Denis siguió corriendo, siguió creyendo que el camino marcado por sus pasos y las estrellas era el correcto. Y entonces la vio. Era una cueva, ni muy grande ni muy pequeña, como creada por la magia solo para darle refugio. No dudó un segundo y se adentró en ella. Solo entonces, apoyado entre las paredes de piedra fría, se permitió recobrar el aliento que estaba a punto de perder. Las sombras se habían ido, seguramente equivocadas, a otra parte. Lo había conseguido, las estrellas le habían señalado el camino correcto.

En el mismo instante en el que pensó que estaba a salvo, sus ojos percibieron una profunda luz en el fondo de aquella pequeña cueva sin apenas fondo. Y el corazón aventurero de Denis le impulsó a buscar la fuente de esa luz, a darle explicación. No era una luz del exterior, ni la de una reluciente joya. Era un espejo, un inmenso espejo nacido de las piedras de aquella cueva. Denis se acercó para verlo, para admirarlo, porque algo o alguien le estaba llamando. Sin embargo, no fue su reflejo lo que encontró al mirarlo.

No se vio a sí mismo en aquel espejo, vio las estrellas acompañadas de la luna, una luna que esperaba ver el sol con el nacimiento de un nuevo día. Vio bosques, caminos antiguos, voces de otra época. Todas ellas parecían querer aconsejarle. Todas ellas parecían querer tenderle la mano, guiarlo. No dejarlo solo. Por eso, extendió su mano y la puso sobre el espejo, ansioso de responder a aquellas voces, ansioso de tocar la luna, el sol y las estrellas. Ansioso de ver los mundos al otro lado del espejo. Los mundos de Denis Harold.

Abrió los ojos. Ya no había espejo, cueva, ni carreras. Había estrellas, pero solo estaban pintadas en el techo de su habitación. Se incorporó sobre su cama, sintiendo que sus sueños eran más que eso. ¿Por qué se tenía que haber despertado en el mejor momento de la historia? Si a Denis le gustaba dormir, era para poder soñar. Sus padres y el colegio ya habían interrumpido más de una trepidante historia en sus sueños. Era algo injusto. ¿Quién quiere estudiar matemáticas cuando se tienen dragones y espadas? ¿Quién quiere hacer deberes cuando hay misterios por resolver? Denis estaba indignado.

- ¡Te has quedado dormido, dormilón!

- ¡Me he levantado muy temprano, mamá! Estoy en mi derecho…

Nada más almorzar se había tirado en plancha sobre su cama para soñar un poquito, a sabiendas de que tampoco podría dormir mucho. Esa tarde había quedado en casa de su amigo Miguel para hacer deberes. Su madre estaba ya preparada para llevarle, pero Denis no lo estaba en absoluto.

-Voy a vestirme y bajo- le dijo a su madre alzando las manos.

-No tardes mucho, que te conozco.

María, su madre, era la mejor madre del mundo. Aunque del mundo no significaba todo el rato, porque a veces se ponía pesada. Denis necesitaba su tiempo para prepararse y coger sus cosas. Ciertamente, no existía el orden en su habitación. Todo estaba demasiado lleno de libros, de posters, de películas y de castillos medievales. Aquello era realmente una cueva que podía venirse abajo en cualquier momento. A Denis no le importaba morir enterrado bajo sus libros, tenía la teoría de que renacería en alguno de ellos.

Mientras se quitaba el pijama y se ponía los pantalones, un calcetín desapareció de su vista. El culpable de la desaparición se encontraba a su espalda y el calcetín se encontraba preso de sus garras. Su perro, Fanta, era un saqueador de calcetines profesional. Unas cuantas caricias sobre su pelo rojizo y alborotado fueron suficientes para liberar a la presa.

-Cuando vuelva jugaré contigo, te lo prometo. Ahora tengo que irme, Fan.

Su perro se marchó escaleras abajo con la misma indignación que la de su madre hace unos instantes. ¡Todos son unos impacientes!, pensó Denis. A pesar de todo, la tarde no sería tan aburrida. Denis tenía un plan que iba más allá de hacer los deberes. Esa tarde quería contarle algo muy especial a sus mejores amigos Elena y Miguel. No se había atrevido antes, porque tenía miedo de que no le creyeran, de que no se lo tomaran en serio. Se había decidido por fin, pues eran sus amigos y confiaba en ellos por encima de cualquier miedo tonto que pasara por su cabeza.

Cuando terminó de vestirse, se acercó a su escritorio, no menos lleno de cosas que su habitación. Ahí tenía los libros del colegio que tenía que meter en la mochila. También su cuaderno de dibujo y sus lápices de colores. Y entre todo eso, su tesoro más especial. Un tesoro que le pertenecía por nombre, por sangre. No era oro ni joyas. Era un pequeño espejo de plata, antiguo y gastado, pero con el cristal intacto, casi inmortal. Denis lo sostuvo entre sus manos y acarició la insignia que lo coronaba, una estrella abrazada por media luna y por un sol. Había crecido viéndolo, mirándose en su reflejo. Su cara había ido cambiando, así como sus sueños. Aquel no era un espejo sin más y es por eso que tenía que compartir lo que veía en él.

Antes de guardarlo en su mochila, lo usó para peinarse. No tenía unos pelos demasiado peinables, ya que no eran ni totalmente lisos ni totalmente rizados. Era culpa de su padre, el inglés James Harold. Le gustaba ser en parte inglés, era bonito tener sangre de dos países. Eso le había permitido viajar y no tener problemas para los deberes de inglés. Era un inglés asturiano en Sevilla.

Denis ya lo tenía todo preparado, o eso pensaba. Observando de nuevo su mochila notó la ausencia de su cuaderno de matemáticas. Y vale, las matemáticas no eran su mayor motivación pero necesitaba hacer los deberes. ¿Dónde lo habría puesto? A lo mejor era verdad que tenía el cuarto demasiado desordenado. Comenzó a buscar y a buscar, con las prisas porque se le hacía tarde. Al no encontrarlo, decidió volver a mirar su maleta, por si no se había fijado bien. Y fue entonces cuando tuvo una idea. Era algo que ya había hecho en varias ocasiones. Al principio no sabía exactamente lo que era pero a esas alturas, no era nada raro. Sacó de nuevo su espejo de la mochila y lo miró fijamente, deseando encontrar su cuaderno. Unos segundos bastaron para que el espejo le mostrara la ubicación de su cuaderno. El cristal reflejaba el sitio exacto, como si fueran sus propios ojos mirando otro lugar. Estaba bajo la cama. Denis fue a comprobarlo, viendo una vez más que el espejo no se equivocaba...

Lo guardó todo en su mochila de nuevo y salió de su habitación. Usar el espejo de aquella manera había dejado de ser algo extraño. Las primeras veces era algo fascinante, increíble, pero ahora era algo totalmente normal...al menos para él. ¿Podrían Miguel y Elena ver lo que él veía? De no ser así, lo tendría complicado para explicarlo. Que alguien no le creyera era algo que le ponía extremadamente nervioso y frustrado. ¡No era ningún mentiroso! Y eso no era lo único que podía ver en el espejo. Muchas noches se lo llevaba a su cama y podía ver en su reflejo bosques, mares, sitios extraños, desconocidos y soñados. No le había contado a nadie su secreto, a excepción de Fanta, que tampoco se lo contaría a nadie. Su cabeza era un mar de dudas, incluso había buscado en Google información sobre espejos como el suyo, pero todo lo que había encontrado eran historias de ficción. ¿Qué hacer cuando la ficción se vuelve realidad? Denis no lo sabía, por eso necesitaba la ayuda de sus amigos.

Cuando bajó al salón para despedirse de su padre, se lo encontró hablando por teléfono en inglés. Supuso que sería algún amigo o amiga, así que no quiso molestarle y salió de casa. ¡Genial! Ahora su madre estaba hablando con el nuevo vecino. No quería perder más tiempo. A Denis le caía bien su nuevo vecino, pero a veces hablaba demasiado. Le gustaba su nombre, Alistair. Sonaba a mago del castillo o algo así. Siempre vestía muy formal, con camisas, chaquetas y corbatas. La verdad es que prefería a su vecina mayor, Adelaida. Era como una abuela para él y además, no era tan pesada.

-Denis- le saludó con una sonrisa y una inclinación de cabeza.

-Vecino- le contestó Denis, con una prisa interna que lo impacientaba.

Por fin dejaron de hablar, se despidieron y se metieron en el coche. Afortunadamente, la casa de Miguel no estaba muy lejos.

-¿Todo bien? Te veo más distraído que de costumbre- le dijo su madre de repente, mientras arrancaba el coche.

-Estoy siempre distraído, mamá. Es que no quiero llegar tarde…

¡Claro que estaba distraído! Tenía un espejo extraño y nadie sabía sobre su existencia. O al menos, sobre lo que hacía. Y esa misma tarde iba a contárselo a sus mejores amigos. ¡Claro que estaba diferente!

-Bueno, si te pasa cualquier cosa ya sabes que me lo puedes contar.

-Lo sé.

Denis empezó a hablar sobre los deberes, las matemáticas y el colegio. Quería cambiar de tema y entretenerse mientras llegaban. Cuando por fin llegaron, se despidió de su madre con un beso y con la promesa de que le llamaría pronto. La casa de su amigo Miguel era bonita, le gustaba. Se acercó a la puerta y llamó al timbre.

-Hola, Denis. Pasa- le abrió el hermano mayor de su amigo, con una sonrisa. Ángel era un chico muy agradable y a veces le caía hasta mejor que su propio amigo.

-¡Gracias!- le respondió Denis pasando con entusiasmo.

Así que ya estaban en su cuarto, según le había informado Ángel. Fue hacia el cuarto de Miguel y antes de llamar, escuchó la voz de Elena. ¡Maldición! Había llegado el último…

-He llegado- dijo entrando sin avisar.

-¡Denis! ¡Hola, tardón!- Miguel siempre aficionado a recordarle esas cosas.

-Te estábamos esperando- dijo Elena con una sonrisa. Siempre calmaba los enfados que pillaba por culpa de Miguel.

-Es que uno tiene una vida, Miguel. Hola, Elena. ¿De qué estabais hablando?

-Miguel me estaba diciendo que su hermano le ha dicho que a él le han dicho que hay eventos especiales este sábado en Divertimento.

-Sí. ¡Podríamos ir!    

Decirle que no a Divertimento era decirle que no a la diversión. Y Denis no estaba dispuesto a eso, por nada del mundo. Le gustaba mucho ir a Divertimento. Para leer, para ver películas, para participar en teatros y actividades. Allí había conocido a Miguel antes enterarse de que serían compañeros de clase ese mismo año. Participaron en un concurso de trivial de preguntas generales y Miguel le ganó en la última ronda. Discutieron, pero después consiguieron hacer las paces para finalmente caerse bien. Esa era la relación que tenían, unas veces se enfadaban y otras eran los mejores amigos. Con Elena era diferente. Ella aportaba serenidad y madurez al grupo. O al menos toda la madurez que se podía tener con esa edad. A ella la conocieron en clase. Y desde entonces son un equipo.

-Puede ser buena idea- respondió Denis finalmente- Quiero deciros algo y no me voy a esperar a que terminemos los deberes.

-¿El que?- dijeron Elena y Miguel al mismo tiempo,  casi con el mismo gesto de asombro.

Denis estaba nervioso. Ya tenía la atención de sus dos amigos, ya podía contarlo. Sin embargo, no sabía cómo empezar. No era algo sencillo y no sabía lo que pasaría después de decirlo. ¿Lo tomarían por loco?

-Puestengounespejoynoesnormal- soltó Denis sin respirar. Con suerte, le entenderían y no tendría que repetirlo.

-¿Qué idioma es ese?- respondió Miguel, necesitado de traducción. Denis empezaba a maldecir en su cabeza. ¿Sería otra de sus bromas?

-¿En serio? ¿Y por qué no es normal?- Elena sí que había entendido el mensaje, milagrosamente.

-No puedo explicarlo, lo mejor es que lo veáis vosotros mismos.

Sacó nerviosamente el espejo de su mochila, haciendo caso omiso a la cara de perdido de su amigo Miguel. Para Denis siempre había sido importante creer. Creer y que los demás le crean. Es por eso que aquel no era un momento cualquiera. Porque creer significaba muchas cosas, significaba confianza.

-Es una herencia familiar. Tengo este espejo desde que era pequeño. Nunca ha sido normal para mí. Recuerdo que las primeras veces que me miraba en el espejo no solo me veía a mí mismo. Siempre he visto normal ver paisajes y cosas extrañas en un espejo, incluso pensaba que los demás espejos eran así. Cuando tenía cinco años le pregunté a mamá pero claro, se pensó que eran imaginaciones mías. En el colegio le preguntaba a mis maestros para ver si era normal pero tampoco se lo tomaban en serio. Siempre he vivido así y por eso...tenía miedo de que no me tomarais en serio…

Silencio. Denis ya había hablado suficiente y sus amigos lo miraban entre afectados y sorprendidos, sin saber qué decir. ¿Había dicho más de la cuenta? La desesperación en forma de miedo empezaba a nacer en el estómago de Denis, creando nervios y preocupación. No quería perder a sus mejores amigos, no quería que lo miraran de forma extraña o que pensaran que estaba loco.

-Es increíble- dijo por fin Elena, que todavía miraba a Denis como quien mira un sol verde, entre fascinada y sorprendida.

-Lo sé- Denis recuperó el alivio gracias a las palabras de Elena, pero aún le preocupaba ver el gesto de Miguel, el cual no daba señales de vida.

-Pero ¿entonces es mágico?- Miguel abrió la boca finalmente, aunque su gesto parecía ir por detrás de sus palabras.    

-¡No lo sé! Supongo que lo es. No he encontrado nunca uno así. Mi padre tampoco me ha dicho nada, Google tampoco y ya no sé dónde buscar información. Y por supuesto, no me lo estoy imaginando. ¿Se os ocurre algo?

-¿Has ido a mirar a alguna biblioteca? Mi hermano y yo vamos a la sección paranormal y también a la de misterios. Bueno, soy yo quien lo arrastra allí porque a él le dan miedo esas cosas pero puede servirnos para esto…

-Elena, esa es una buena idea. ¡Podríamos ir a la de Divertimento! Es muy grande y tiene muchas secciones. Yo hace tiempo que no voy y cuando voy, es con mis padres. No creas que no he intentado buscar información allí, pero mis padres están todo el rato al lado.

-Íbamos a ir de todas formas así que es buena idea. Mi hermano nos puede colar en la biblio- sugiere de repente Miguel, que mira a Elena esperando su aprobación. Denis no sabía por qué era tan tonto. Se embobaba demasiado a veces.

-¡Genial! Me encanta tu hermano- respondió Elena, sonriente y entusiasmada-. Es una idea maravillosa. Lo pasaremos bien y encima haremos una investigación. ¡El plan perfecto para un sábado, chicos!

-¡¡Estoy de acuerdo!! Tenemos que resolver el misterio del espejo- dijo Miguel, muy animado de repente.

-Vale, pues ya tenemos un plan. Creo que si vamos juntos no nos vigilarán tanto.

Denis había dejado de sentirse mal y nervioso. Ahora estaba seguro de tener la confianza total de sus amigos. Para él era importante ver que le apoyaban, que le tomaban en serio. Además habían ideado un plan de investigación. Ya no estaba solo en el misterio.

-Gracias por creerme. Yo...tenía algo de miedo, pero ahora sé que si investigamos juntos, nadie nos parará. Que podremos encontrar solución al misterio- Denis se acercó más a sus amigos y extendió sus manos-. Prometo que no os dejaré solos si sale algún monstruo del espejo, que no os dejaré atrás si tengo que correr para salvarme. Que sois mis amigos y mis compañeros y que estamos juntos en esta aventura.

-Prometo ayudaros siempre, usar mis guantes de boxeo si hace falta. Prometo ser valiente y creer siempre en vosotros- Elena puso su mano sobre la de Denis y cogió la de Miguel, sellando su promesa.

-¿Ahora se supone que yo tengo que decir algo bonito también?- respondió Miguel, sin cogerle la mano a Denis.

-¡Miguel! No tienes que decir nada bonito. Solo promete- dijo Elena, dándole un toque con el hombro-. Y dale la mano a Denis o te suelto.

-Eh, pues...Prometo ser vuestro amigo y protegeros y, y...y no sé qué más decir- pero sí que sabía qué hacer, ya que le cogió por fin la mano a Denis. Denis la apretó en señal de reproche por ser tan tonto. Las amenazas de Elena siempre funcionaban.

-Vale, prometido queda- sentenció Denis de forma solemne.

Después de la promesa, los deberes ya no resultaron tan aburridos ni tan difíciles. También estaban juntos para resolver problemas matemáticos, para hablar de los profesores o hacer bromas. Aquellos dos eran algo más que sus mejores amigos, pensó Denis entre risas. Ya no se sentía solo ni tenía miedo de decir lo que pensaba. Ellos le creerían, siempre. Pasara lo que pasara. Esa misma tarde, al despedirse de ellos, sintió que algo había cambiado. El Denis que subió en el coche de su madre no era el mismo que el que había bajado hace unas horas. Se había cargado de ilusión, de fuerza, de esperanza.

Cuando llegó la noche, Denis ya estaba en su refugio, en su cueva particular. Tras darle un beso de buenas noches a sus padres y a Fanta, cogió el espejo y se metió en la cama. Le gustaba mirarlo antes de dormir, como si pudiera ver un adelanto de sus sueños en el cristal. Era un espejo muy viejo y Denis siempre pensaba en todas las manos que lo habían tocado, en todas las miradas que se habían posado en él. ¿Y si algún Harold, tiempo atrás, vio lo mismo que veía él? Su padre no tenía pinta de compartir tal visión, pues Denis ya se había molestado en comprobarlo. El espejo pertenecía a su antepasada Michiko. Denis apenas sabía cosas de ella, no más de las que su padre le contaba. Al ser la primera dueña del espejo, se preguntaba si pasaría por lo mismo que él estaba pasando. De lo que estaba seguro era de que ahora tenía a sus dos amigos de su lado. ¿Tendría Michiko a dos personas igual de especiales que la ayudaran? Acarició el dibujo tallado en el espejo. Una estrella entre una luna y un sol. Denis decidió que Elena y Miguel serían su sol y su luna y que él sería la estrella, que para algo era el visionario.

El sueño fue venciendo a Denis. Lo último que vio en el espejo fue un bosque, un bosque mágico que sentía conocer a pesar de no haberlo visto nunca. Nunca supo si ya estaba soñando, pero unas voces salían del mismo bosque, del mismo espejo, como de otro tiempo. Otra vez.  Le pareció ver a una chica sonriéndole. Le transmitía una extraña paz. No sabía cómo, pero ella podía entenderlo. ¿Qué importaba si era un sueño? Denis había despertado...
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