Los Mundos de Denis
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Capítulo 2: El almuerzo

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Mensaje por Sara Riddle Lun Feb 12, 2018 4:23 pm

PARTE 1

Derek Swan no entendía por qué a sus padres les había dado por tener vida social. Es más, no comprendía por qué debían extender esa vida social a sí mismo. Solo hacía dos semanas que se habían mudado a Sevilla y ya estaban intentando organizar su vida. Estaba en su cuarto en ese momento. Era su mayor refugio, aunque no a todas horas. Su padre había interrumpido aquella paz para anunciarle que se reunirían con unos amigos de Inglaterra que vivían en esa ciudad. No le había explicado mucho por qué tenía que ir él también. Había soltado algo así como que le parecía importante que conociera al hijo de sus amigos. No, no lo comprendía. Él pensaba quedarse en su cuarto escuchando música y viendo vídeos de Youtube. Le habían estropeado sus planes. Por eso estaba frustrado. La explicación de su padre no le había convencido. Le había dicho que era positivo tener buena relación con aquella familia. No sabía que tenía que ver con él. No es que estuviera interesado en hacer vida social precisamente.

Aun quedaba un rato para salir. Él ya estaba listo pero el resto de su familia no. Su madre se estaba duchando. Todos decían que tenía su mismo genio aunque su hermana Mary era quien más se parecía a ella físicamente. Mary era la persona más buena que conocía, la verdad. Él se sentía atrás en cuestiones morales en comparación a ella. Por eso no le gustaban las comparaciones. Lo más en común que tenían él y ella era el pelo negro y la piel pálida. Se diferenciaban en los ojos. Derek los tenía oscuros como el fondo de un pozo y Mary azules como el cielo. Esta última los había heredado de su madre mientras que Derek había heredado su mirada de su padre. No eran una familia perfecta. De eso no quedaba la menor duda. Pero eran una familia. No eran los típicos que hacían comidas familiares o actividades juntos. Por este motivo, le sorprendía de repente esta salida para comer. Derek se sienta en la cama de su cuarto, mirando su móvil. Se puso a mirar Twitter. No tenía demasiados seguidores. Le daba igual. Solo quería mirar las novedades de videojuegos recientes y entretenerse un momento mientras esperaba al resto. Sin embargo, su mente no podía dejar de centrarse en otra cosa: en el sueño que había tenido la noche anterior. A veces tenía sueños extraños que ni él mismo sabía explicar. Era como si fuera otra persona, como si viajara a otro mundo. Un mundo más atractivo que la mierda de ruido, personas, humo, tonterías que tenía que soportar cada día. Soñaba que era una persona más fuerte pero...más oscura, por decirlo de algún modo. No entendía por qué le atraía ese tipo de vida. Sería menos monótono al menos y soñar no costaba nada, nunca mejor dicho. Aquella noche había soñado que estaba en mitad de un bosque. Estaba en una tienda de campaña y había despertado, encontrándose con el rostro de un chico rubio de ojos azules y amables. Definitivamente Derek no sabía por qué soñaba esas cosas.

—Derek, ¿estás listo ya? —era la voz de su madre, sacándolo de sus propios pensamientos.

—Desde hace media hora, mamá.

Derek creía que se le había debido notar el tono de desgana en la voz porque su madre abre la puerta con el ceño fruncido. ¿Es que ahora tenía que fingir que le hacía ilusión ir a esa comida con gente que no conocía de nada? Pues no. No pensaba fingir y poner la sonrisa como sabía que su hermana haría. Ella solía ser muy tímida pero lograba esbozar esas sonrisas que a Derek no le salían.
—Sé que no quieres ir, Derek, pero haz un esfuerzo. Conocer gente nueva no te va a hacer ningún mal —le dice su madre seriamente.

—Depende de la gente. Son vuestros amigos, no los míos.

Kate, la madre de Derek y Mary, ya estaba acostumbrada a esas contestaciones por parte de su hijo. No significaba que le pareciera bien que le contestara así. Sabía que Derek era un chico difícil a veces y que no dudaba en dar su opinión de la manera más rotunda posible. Sin embargo, aquello era importante. No podía contarle todo el motivo aún pero lo era. Graham y ella estaban de acuerdo en ello.

—Derek, es mi última palabra. No me vas a convencer de que no vayas. Venga, vamos.

Derek sabía que no tenía más remedio que hacer caso. Ese era uno de los motivos por los que a veces deseaba independizarse. Necesitaba tener más autonomía. Pensaba que su hermana Mary la tenía más que él por haber nacido primero. No era justo. Asiente a pesar de que por dentro seguía sin estar de acuerdo y sale del cuarto con su madre a reunirse con su hermana y su padre. Ya estaba enfadado.

Por su parte, Mary no estaba en contra de salir. Ella pensaba que cuanta más gente conociera, mejor. Además, aun no había hecho amigos en aquella ciudad tan nueva para ella. A Mary no le gustaba la soledad, al contrario que a su hermano Derek. Era tímida y le costaba hacer amigos y acercarse a la gente a hablar. Le gustaría ser más valiente. Cuando veía aquellos grupos grandes de amigos que había en su clase, sentía envidia. No podía evitarlo. Por eso, la perspectiva de salir con amigos de sus padres no le parecía tan mal como a Derek.

Finalmente, todos salen de casa, a pesar del enfurruñamiento de Derek. En el coche apenas hablan. Derek solo mira por la ventana del coche poniendose los auriculares para no tener que escuchar a nadie. Tenía puesta una canción de Nightwish. Le encantaba aquel grupo. Se sentía muy identificado son sus melodías y la letra de sus canciones. Así podía abstraerse de aquel asqueroso mundo. No quería estar allí. Mira un momento a Mary en el coche. Ella también parecía estar abstraída. A Derek le hubiese gustado que se hubiera puesto de su parte por una vez.

Llegan una zona de bares. Por suerte, no había mucha gente en la calle. Al llegar al lugar y salir del coche, los amigos de sus padres ya los estaban esperando. Derek no quería prestarles mucha atención pero no tenía más remedio que hacerlo. Era una pareja joven con un niño. El hombre era un poco bajo, pensaba Derek. Su pelo era castaño y sus ojos igual. En cambio, la mujer era de estatura mediana con los cabellos rubios y los ojos azules. Su rostro era sonriente. El niño se parecía más al padre que a la madre, pudo Derek observar. Parecía muy entusiasmado, al contrario que él mismo. Observa como sus padres saludan a la pareja. Derek escucha los nombres de ellos. Se llamaban James y Maria. James, como su primo… Desearía que estuviera en Sevilla y no en Escocia. O él mismo estar en Escocia. A veces Derek pensaba que su primo James era la única persona que lo comprendía. Siempre que le hablaba por mensaje, este le contestaba. Podía decir que era su mejor amigo si no fuera porque siempre estaba lejos. James jamás le hubiera forzado a salir de casa. Derek confiaba en que este hubiera hecho lo posible por convencer a sus padres de que le dejara quedarse en su cuarto. Odiaba que estuviera en su país natal en vez de allí. La vida era demasiado injusta.

—¡Hola! Yo soy Denis, ¿y vosotros?

Lo que faltaba. El niño se había acercado a Mary y a él puesto que se habían quedado más apartados mientras sus padres hablaban. Como no, el niño miraba a Mary embelesado. Solía pasar normalmente. Derek solía pasar más desapercibido. En aquellos momentos no le importaba. No sabía por qué tenía que estar en esa situación tan agobiante. Mary le sonríe y le contesta.

—Hola, Denis. Yo soy Mary y este es mi hermano Derek.

Genial, ya le había metido en la conversación. Lo último que quería hacer era hablar con aquel niño pequeño. Le musita un breve “hola” y mira de nuevo a sus padres, que estaban distraídos con los padres de aquel chiquillo. No entendía por qué tenía que aguantar esto ni por qué sus padres consideraban importante que estuviera. Sé más positivo, diría su primo James. No podía serlo ni aunque quisiera. Sabía que no estaba en su naturaleza serlo. Hacía tiempo que el propio Derek lo había asumido. Solo esperaba que los demás lo aceptaran también de una vez por todas.

—Veo que no tienes ganas de estar aquí —le dice Denis a Derek con una sonrisa de oreja a oreja—. Bueno, yo creo que no es tan mala idea. Es peor tener clase y levantarse temprano.

Derek desearía que alguien le inyectase paciencia en las venas. Ahora un niño de primaria le estaba dando lecciones de vida. Sí, claro. Ese niño no tenía ni idea realmente de cómo era su vida como para andar diciendo que no era una mala idea. Era lo que pasaba a esas edades. Derek en el fondo lo envidiaba. Ojalá él fuese un niño todavía cuando podía permitirse hacer lo que quisiera, cuando podía pasar del resto del mundo porque, al fin y al cabo, era un niño. Cuando llegas a ser adulto, solo se piensa en las responsabilidades que los demás te imponen. A Derek no le gustaba pensar en su época del instituto. Demasiado dolor. Demasiada angustia. Nota la mirada de Mary sobre él y este intenta relajarse un poco.

—Supongo —es la única palabra que dice Derek.

Por su parte, Mary no entendía por qué Derek estaba siendo tan seco con Denis. A veces le molestaba que su hermano pequeño pagara su enfado con los demás. Ella misma había tenido que soportar duras palabras de vez en cuando por sus enfurruñamientos. A Mary tampoco le gustaba estar rodeada de demasiada gente. No por ello se enfadaba con el mundo, sobre todo con las personas que no tenían la culpa. Entendía que fuera una persona introvertida y que no quisiera estar allí. Sin embargo, su actitud no era la correcta. Mary no podía excusarlo así que tan solo suspira. Ella era más bien tímida pero aquel niño le parecía muy mono y encantador como para hablarle mal.

—¿Cuántos años tienes? —le pregunta la chica con una sonrisa. A Mary siempre le gustaba ser amable y, además, le encantaban los niños. Por eso estudiaba lo que estudiaba.

—Tengo diez años pero soy maduro mentalmente —contesta el niño poniéndose más recto. Qué gracioso era.

Entonces, la conversación se ve interrumpida cuando el padre de Denis se acerca a ellos con una sonrisa para saludarlos. Derek ni siquiera intenta comportarse de modo más amable. Mary pensaba que no tenía remedio…La madre de Denis también se acerca a saludarlos y aconseja entrar en el bar antes de que empiece a llenarse. Graham, el padre de los hermanos Swans, asiente estando de acuerdo. Todos entran en el bar menos Derek que se queda un momento rezagado pero su madre le insta a pasar. Finalmente, lo hace. Lo bueno era que no estaba demasiado lleno. No le gustaban las multitudes. Las mesas y sillas del bar son de madera. Derek se fija que en la barra hay un par de personas pero no les presta demasiada atención. Se sienta junto a su familia en una mesa. Entonces, llega una camarera joven a atenderles. Mary se fija en su pelo, casi envidiándolo. Era rubio y muy largo, además de ondulado. La chica tenía una sonrisa resplandeciente.

—¡Bienvenidos a Los Lucas! ¿Queréis pedir ya la bebida?

Todos se miran entre todos y van pidiendo la bebida uno a uno. Derek pide una Coca Cola. Sabía que la cafeína no le iba bien pero es que le gustaba demasiado. Denis se pide un zumo de piña y Derek intenta reprimir un gesto de asco. No le gustaba nada la piña. No entendía a los jóvenes de estos días. Sí, él solo tenía diecinueve años y seguía siendo joven...pero seguía sin entenderlo. Al cabo de un rato, la camarera vuelve con algunas bebidas. Por supuesto, una de las que faltaba era la de Derek. Siempre tenía mala suerte. No sabía cómo se las apañaba.

—¡Aquí tienes tu bebida, guapísima! —le dice la chica a Mary sin perder la sonrisa alegre de su rostro.

Mary se ruboriza enseguida y murmura un gracias. Derek achacaba ese rubor a su timidez. No quería pensar demasiado en ello. El niño parecía muy entusiasmado con su zumo de piña. Maravilloso. Y él sin la Coca Cola. Mira el móvil para distraerse un poco pero rápidamente unas palabras captan su atención. Su madre estaba hablando de la época en la que vivían en Escocia. Al parecer los padres del niño también eran de allí o, más bien, el hombre era de Inglaterra. Así que se conocían de eso…

—Qué buenos tiempos en Escocia. No puedo evitar echar de menos aquella época. Nos gustaría ir el próximo verano —decía el padre de Denis mientras este seguía mirando su zumo de piña.

—Cierto, podríamos ir juntos —contesta la madre del niño, María.

A Mary le gustaba mucho Escocia y a la vez la inquietaba. Allí siempre se sentía de otra forma… No sabría explicarlo. Nadie la creería si contara los sucesos que alguna vez ha vivido en su hogar. Por ese motivo, no había hablado de ello con nadie, ni siquiera con su propia familia. Aun así, le gustaría regresar, como hacían casi todos los veranos. Nota de repente una mirada sobre ella. Mary mira alrededor pero la sensación desaparece tan rápido que se pregunta si se lo habrá imaginado. La exclamación de Denis la saca de sus profundos pensamientos.

—¡Qué buena idea!

A la mayor de los hermanos Swan no le pasa desapercibida la mirada seria que cruza su padre con James, el padre de Denis. Se pregunta si ha sido casual o si hay algún otro motivo por el que realmente quieran regresar a Escocia. Graham Swan carraspea y comenta:

—Nosotros siempre íbamos todos los veranos así que seguramente coincidiremos.

Qué casualidad, piensa Derek. En realidad, a él le gustaría regresar a Escocia pero para quedarse allí para siempre y no volver a pisar aquel lugar tan caluroso y desértico. Apenas lo aguantaba. No sabía cómo la gente podía vivir así. Kate mira primero a su marido y luego a María. Ella sabía el verdadero motivo por el cual querían regresar a su país.


—Concuerdo con tu hijo. Es muy buena idea, ¿verdad, chicos? —pregunta a sus hijos.

Derek se queda en silencio, negándose a hablar después de que le hayan obligado a estar allí. No pensaba unirse a aquella conversación. Mary, por el contrario, sonríe. Le gustaba siempre ser amable. Estaba en su naturaleza.

—Claro —responde esta última—. Siempre me gusta volver allí.

De repente, escucha una exclamación a su lado y abre mucho los ojos al ver lo que ha pasado. Denis acababa de tirar su zumo de piña y, lo peor, había manchado la chaqueta de Derek con la bebida. El principal afectado no daba crédito. No podía creer lo que le acababa de pasar. Todos los de la mesa se quedan sorprendidos, siendo Derek el que más. De la sorpresa pasa rápidamente a ponerse rojo de la vergüenza porque no solo lo estaba mirando su familia sino también los padres del niño y todo el mundo. Con esa vergüenza llega también el enfado. Está a punto de decirle algo a aquel niño que le estaba tocando ya la moral cuando llega otro camarero joven y le dice:

—¿Quieres un paño? ¡Te traigo uno ahora mismo! ¡Y le cambio el zumo al príncipe!

Eso último lo dice guiñando un ojo a Denis. A Derek prácticamente no le da tiempo a responder porque el camarero ya se ha ido para coger un paño. Estaba sin palabras. Denis, en cambio, exclama, muy apurado:
—¡Perdón! ¡Es que cuando me entusiasmo muevo todo el cuerpo!

Tras soltar eso, el niño se ríe. Claro, para él era todo un juego. Para Derek era en cambio un escenario de pesadilla. Nota la mano de su hermana sobre su hombro. Estaba intentando calmarlo. Pues ya era demasiado tarde. Estaba cabreado y, según él mismo, con razón. Estaba conteniendo toda su rabia por dentro. Tampoco quería formar un numerito delante de todo el mundo. Mary le estaba diciendo:

—No pasa nada, solo ha sido un accidente.

—Perdón —vuelve a decir Denis con cara de darse cuenta de que realmente le había molestado— Puedo pagarte la bebida por los daños colaterales. ¡Tengo dinero!

María, la madre de Denis, asiente apoyando la idea de su hijo. A Derek eso le daba igual. Escucha a duras penas oír a su propia madre decir que no hacía falta. Derek estaba por sacar el móvil y hablar con su primo para distraerse y sacar algo bueno de todo aquello. Las cosas no podían ir peor, pensaba. Lo que Derek no sabía era que siempre podían ir peor. El camarero joven de antes vuelve a acercarse. Parecía nervioso aunque Derek no entendía por qué cuando era él el que estaba manchado. Trae otro zumo para Denis, el cual se pone más contento mientras que para Derek trae un paño y una Coca Cola.

—Para el príncipe su zumo de piña —dice el joven colocando el zumo sobre la mesa—. Para el rey, su Coca Cola…

Sin embargo, el desastre se desata. Al chico se le derrama la bebida al colocarla en la mesa. Inmediatamente, el camarero intenta arreglar lo que acababa de provocar dándole con el paño y diciendo con mucha rapidez:

—¡¡¡Perdona!!! —el chico parecía bastante apurado—. Mira, te traigo este pañuelo. Uff, de verdad, tus pantalones no van a volver al bar a este paso.

¿Acaso el mundo o el destino se estaba riendo de él? Eso se preguntaba Derek. De nuevo, las miradas estaban sobre él. Aquello era un auténtico infierno. Casi ni puede oír las disculpas del muchacho. No soportaba aquella humillación. El camarero le ofrece el paño. Derek lo coge con rabia, sintiéndose harto de la vida y harto de la mala suerte que había caído sobre él. Antes de darse cuenta, ya se encontraba levantado. Oye la voz de sus padres pero les dice:

—Voy al baño.

No podía evitar expresar su enfado en el tono de voz. Graham se disculpa con los padres de Denis por el comportamiento de su hijo cuando este último se va al baño. Denis parecía todavía más triste que antes. Mary siente que se le rompe el corazón al ver al niño con esa expresión y le dice que no se preocupe. Le acaricia también el pelo aunque parecía que poco podía consolar a Denis.

Mientras tanto, Derek entra en el baño y cierra la puerta tras de sí. Jamás tendría que haber accedido a ir a aquella estúpida comida. Jamás tendría que haber cedido ante sus padres y creerse su tonta historia sobre lo importante que era que conociera a la familia Harold. Derek sencillamente no lo entendía. Cuando se da cuenta, las lágrimas estaban comenzando a agolparse en su rostro. Eran lágrimas de pura rabia. Odiaba llorar. No quería sentirse débil ni vulnerable. Lo odiaba. Da un golpe de ira contra la pared del lavabo. Se hace daño pero no le importa, peor era el daño interior. Todo aquello era una auténtica mierda. Cierra los puños con fuerza y se mira en el espejo. Era patético. No aguantaba más aquello. Lo único que quería era irse. En el espejo ve su propio rostro. Se limpia las lágrimas, aun sintiéndose furioso. Odiaba pasar situaciones tan humillantes como esa. Decide hacer algo práctico y echa agua en el paño que le ha dado el camarero. Entonces, se limpia la chaqueta. Esa chaqueta era importante para él, además. Su primo era quien se la había regalado en sus últimas vacaciones en Escocia. Se la dio antes de volver a España. Se relaja poco a poco aunque le seguía yendo el corazón rápido. Seguía sintiendo llamas de rabia quemándolo por dentro. Tras limpiar la chaqueta, se observa una vez más. No se notaba que había llorado. Él al menos lo creía así. No quería que nadie viera lo mucho que le había afectado algo tan simple. Seguro que pensarían que es idiota o algo peor.

Cuando sale del baño, se sorprende al ver ante sí al camarero. ¿Lo había estado esperando? Derek lo mira desconcertado, olvidando su enfado por unos momentos. El chico lo miraba con aprehensión.

—Oye —le dice el muchacho con tono de disculpa mientras pone una mano detrás del cuello—, siento haberte manchado. Mi asignatura pendiente es llevar más de un vaso en la mano y que no me tiemble el pulso. Te...invitamos a un postre gratis.

Derek pasa del enfado a la vergüenza. Tampoco era cuestión de que le dieran de comer gratis por un accidente. Al menos el chico le estaba pidiendo perdón. Eso no se lo esperaba… Tenía que reconocerlo. Pocos camareros lo hubiesen hecho, pensaba Derek.

—No hace falta… —murmura Derek en respuesta como puede intentando no ruborizarse.

—En serio, deja que insista —contesta el muchacho con una pequeña sonrisa—. ¿Te gusta el helado, un flan, pastel de galleta quizá? Mi tío me ha enseñado que los clientes son lo primero y es por eso que quiero recompensarte.

Derek se fija en que el chico era un poco más alto que él. Tenía el pelo corto y castaño. Sus ojos también eran castaños y muy expresivos. Algo que le llamaba la atención era que su rostro estaba cubierto de lunares. Derek vuelve a intentar no ponerse rojo. No estaba acostumbrado a tanta amabilidad repentina y menos de gente de su edad. Normalmente se comportaban con él de otra manera precisamente menos gentil.


—En serio, que no hace falta. Solo no lo hagas más y ya está —replica Derek sin poder evitar el reproche un poco—, porque si eres camarero deberías tener más cuidado.
—Lo sé. No soy el camarero perfecto, precisamente, pero sí el más cabezota. Te apunto un trozo de tarta de galletas, que eso le gusta a todo el mundo —le guiña el ojo a Derek— ¡Después te lo llevo!

—Como quieras entonces…

El camarero es llamado por la otra camarera rubia y Derek aprovecha para volver a su sitio y salir de aquella situación embarazosa. Vuelve a su sitio con las miradas de sus padres puestas en él. Antes de que nadie diga nada, Denis, que seguía pareciendo preocupado, le dice a Derek:

—¿Estas bien? ¡Podemos compartir croquetas!

Parecía que el niño quería arreglar lo que había hecho. Derek suspira evitando mirar a su padre. Sabía que este no aprobaba que se hubiera ido así de repente, por muy enfadado que estuviera. Sin embargo, los enfados de su padre siempre eran silenciosos. Sabía que iba a ser después en casa cuando le cayera la bronca y no en ese momento.

—Eso, buena idea —comenta la madre de Denis—. Invito yo.

Derek murmura un pequeño “estoy bien” en respuesta a Denis y luego responde a María:

—No hace falta…

Se estaba abrumando con tanta invitación. Al menos se había relajado levemente. Le había venido bien ir al baño. Su propia madre también le dice a la mujer que no se preocupe. Entonces, llega la camarera para tomarles nota y todos piden comida. Denis concretamente pide las famosas croquetas. Mientras esperan a que lleguen los platos, James, el padre de Denis, observa a Mary y le dice con un tono nostálgico:

—Has crecido tanto, Mary…

Mary lo mira sorprendido. Ella no se acordaba de ese hombre ni de su mujer. También era cierto que se fueron de Escocia cuando ella era aun muy pequeña y cuando Derek era tan solo un bebé de pequeños rizos negros. Vuelve a notar como se cruza una mirada con su padre Graham. Detectaba un deje de tristeza en los ojos de ambos.

—James me ha contado que os conoció de pequeños —añade María—. Ah...me hacéis sentir vieja.

—¿Ah, sí? —pregunta Mary sorprendida nuevamente.

No tiene tiempo para seguir ya que el camarero de antes les trae los platos de comida. Eran unas tapas de comida variada típica española. Derek pensaba que la comida tenía buena pinta. En su interior, le da el visto bueno al bar a pesar de todo. El camarero coloca los platos sobre la mesa y comenta:
—Para el príncipe y el rey, esta vez sin accidentes.

Entonces, vuelve a la barra. Derek no entendía por qué a él y a Denis los llamaba así. No comprendía esas confianzas. Él nunca sería capaz de hablarle a gente desconocida con tanta naturalidad. De eso estaba seguro. James vuelve a mirar a Mary para contestar a su pregunta:

—Sí. Tu padre y yo nos conocimos de muy jovencitos. He vivido muchas cosas con él y una de ellas es vuestro nacimiento. Me acuerdo perfectamente. Érais muy monos —se ríe—. Mary cuidaba bien de ti, Derek. ¡Ah, y muchas veces estaba por ahi vuestro primo James! Era muy buen chaval. Hace mucho que no le veo.

Derek se ruboriza con el comentario. Él, obviamente, no se acordaba de ello. Casi se sobresalta cuando mencionan a su primo. Una vez más se preguntaba por qué no podían vivir más cerca. Así al menos tendría un amigo en aquella ciudad y alguien en quien confiar. Mary sí que se acordaba de aquellos tiempos en los que Derek era muy pequeño.

—Me han dicho que es fotógrafo, así que compartimos profesión —comenta con una sonrisa la madre de Denis.

—James es un buen chico —responde el padre de Derek y Mary—. A ver si nos hacéis una visita y así veis cuánto ha crecido. Y Mary siempre ha sido muy buena niña.

Esto último lo dice con una sonrisa. Graham era un hombre de pocas sonrisas pero su hija siempre le despertaba alguna. Era la flor de su existencia y quien le daba luz. Era una persona que le costaba mostrar cariño pero sin duda con Mary hacía un esfuerzo. Kate también sonríe cruzando una mirada con su marido:

—Creo que Derek y Mary se cuidan el uno al otro a su manera.

—Eh...Que seguimos aquí delante.

Derek es quien dice esto aventurándose a entrar en la conversación. No le gustaba que hablaran de él como si no estuviera enfrente de ellos y menos que hablen de su infancia. No lo iba a admitir pero le daba vergüenza. Denis entonces se ríe. Derek no entendía el por qué.

—Yo no tengo hermanos pero podemos ser amigos —Denis sonríe—. A veces es mejor tener amigos que hermanos.

Sí, claro, pensó Derek. No estaba tan seguro de eso. Él estaba más cómodo hablando con Mary que cualquier compañero que haya tenido en sus cursos anteriores. No se arrepentía de ser así. Había llegado a un punto en el que le daba igual lo que la gente dijera de él. O eso quería creer.

—Eso es verdad —comenta la madre de Denis—. Además contigo tenemos energía de sobra. Bueno, pues cuando venga James hacemos una barbacoa en casa.

—Bueno, otro James en casa recordando viejos tiempos...No suena mal —responde el padre de Denis.

Derek estaba deseando que James viniera a Sevilla. Era su primo favorito sin duda. De todos, era el que más lo comprendía. De hecho, hablaba con él a menudo, especialmente cuando se sentía mal. Podía confiar en él más que en cualquier otra persona. Mary lo sabía y por eso no puede evitar mirarlo con una sonrisa. Sabía que le haría ilusión la visita de James.

—Seguro que él estaría encantado —Kate, la madre de los hermanos Swans, ríe.

—Seremos buenos amigos, Denis —dice Mary mirando de nuevo al niño. Este la mira con cara de embobado, como si estuviera fascinado. Se pone muy contento con la idea. ¡Ya tenía nuevos amigos!

—La verdad que he echado de menos esto, nos gustaría quedar más con vosotros —comenta James.

Denis para expresar su felicidad pone una croqueta de jamón en el plato de Derek y otra en el de Mary. Derek se sorprende pero no tiene tiempo de decir nada pues otro camarero se acerca a su mesa. Era un hombre no demasiado alto y pelirrojo. Mary levanta la vista seria. No sabía el motivo pero prefería a los camareros que la habían atendido antes. Denis tiene una reacción bastante distinta. El niño estaba sorprendido. ¡Era su vecino Alistair! Él no sabía que trabajaba en aquel lugar.

—¿Todo bien por aquí? —pregunta Alistair—. Estoy hoy a cargo de los chicos. A pesar del despiste de Lucas, son buenos camareros. Hola, Denis.

Dice esto último dirigiéndose al niño, el cual le saluda a su vez con entusiasmo y le comenta que desconocía que su trabajo fuera el de camarero. Alistair también saluda a los Harold de forma amable y les explica que lleva meses contratado en esa cocina. Una vez les dice que todo va bien, Graham dice:

—Está todo muy rico, gracias.

Derek mientras tanto ignora completamente al camarero que acaba de aparecer. Sin embargo, busca con la mirada al que le había pedido disculpas por el accidente, es decir, al chico joven. Le había llamado la atención tanta amabilidad por su parte y que le fuera a ofrecer un postre sin pagar nada. Por fin, lo encuentra. Estaba atendiendo a otra mesa. Sin embargo, el chico debió notar que lo estaba mirando pues se gira un momento. Derek inmediatamente vuelve a posar su mirada sobre el plato de croquetas. Mientras tanto, María le estaba diciendo a Alistair que cocinan muy bien en aquel bar. En ese instante, James explica a Graham y Kate:

—Es vecino nuestro. Es por eso que este es un sitio de confianza. Mi Denis también conoce al camarero.

—Me alegra que digas eso —responde Alistair—. Bueno, voy a la cocina. Cualquier cosa ya sabéis.

Tras pasar un rato, los más mayores siguen hablando entre ellos mientras Denis suelta algún que otro comentario. Mary y Derek eran los más silenciosos, como siempre. A Derek no le molestaba el silencio. Estaba cómodo en él. Lo prefería a una conversación forzosa solo para tapar los huecos que dejan las personas calladas. Solo levanta la vista cuando el camarero joven que había derramado la bebida sobre su chaqueta vuelve para preguntarles si quieren postre.

—¿Vais a querer algún postrecito? El tuyo ya sé cuál es —dice guiñandole un ojo a Derek.

Derek se hunde en su asiento en cuanto lo escucha. Qué vergüenza estaba pasando. Con lo fácil que era dejar el asunto pasar. No, ese chaval tenía que venir a darle un postre gratis delante de todos. Pues no. Seguro que se había puesto rojo. Por eso no le gustaba salir de casa. Siempre pasaba algo inesperado.

—¡Natillas! —Denis casi parecía saltar de su asiento—. Ya sabes que me gustan.

—Eso también lo sé, colega. ¿La reina quiere postre? —pregunta el camarero a Mary.

—Unas natillas también, gracias —responde la chica de manera alegre.

Los adultos piden café y entonces el camarero se va para ir a por los postres. Una vez vuelve, Derek comprueba que lo que le había dicho acerca de traerle uno gratis era verdad. Le coloca un trozo de pastel de galletas sobre la mesa. Tenía un aspecto bastante delicioso. Para Mary y para Denis ha traído chocolatinas a modo de compensación por todas las molestias. Derek está a punto de comenzar a comerse el pastel cuando, de repente, se percata de algo. Hay un papel al lado del trozo de tarta. Lo coge con curiosidad y se da cuenta de que es una nota. Derek se fija en el que el resto no está atento a él sino a sus respectivos postres y aprovecha para leerla.

Me puedes llamar Clovis. ¡Bienvenido a tu bar de confianza!

Debajo de aquel escrito, había un número de teléfono. ¿Había sido aquel camarero? ¿El joven de lunares que le había manchado la chaqueta? Se guarda el papel rápidamente antes de que nadie más lo viera. Nunca le habían dado el número de teléfono. Pero, ¿por qué? Siente que se ruboriza levemente. Esperaba que nadie se diera cuenta. Ni siquiera se atrevía a mirarlo. La voz de Denis lo saca de sus pensamientos:

—Oye, ¿queréis venir a Divertimento este sábado? Voy con mis amigos y hay eventos.

—¿Divertimento? No conozco ese sitio —contesta Mary con los ojos más abiertos.

Derek seguía pensando en el papel. ¿Se llamaba Clovis? Clovis era un nombre de personaje de videojuego. Suponía que su verdadero nombre no era aquel. De hecho, ¿Alistair no lo había llamado Lucas? Clovis era su apodo, claro. Entonces, siente un tirón en su manga. Gira la cabeza hacia su brazo y ve que Denis lo está mirando con cara de ilusión. Definitivamente no entendía a aquel niño.

—Es como un centro comercial pero para divertirse —explica Denis—. Hay libros, películas, música y muchas cosas. No solo puedes comprar. También puedes sentarte a ver algo o leer.


—Vaya, qué interesante —responde Mary sorprendida—. Me gustaría ir.

—¿Qué quieres? —pregunta Derek cuando Denis vuelve a tirar de su manga—. A mí me da igual ir o no.

Derek mira a su hermana preguntándole con la mirada si iba en serio lo de hacer planes con aquel niño. ¡Tenía como nueve años menos que él! ¿En qué estaba pensando Mary? Encima estaban intentando acoplarlo al plan. Él no quería ir al sitio aquel. Si tuviera amigos en aquella ciudad sí que lo haría. Sin embargo, no era el caso. No iba a ir con un niño, como si fueran de la misma edad.


—Venga, Derek, seguro que hay videojuegos también —le anima Mary.

No podía estar hablando en serio. ¿Estaba intentando convencerlo mediante una de sus aficiones? Bueno, era más que una afición. Derek estudiaba Diseño Gráfico especializado en videojuegos. En un futuro, quería manejar una empresa. Sin embargo, tampoco lo consideraba su pasión. Estudiaba porque tenía que hacerlo, no porque quisiera realmente.

—¡Ven! —insiste Denis— Jumba, si es muy divertido. Bueno, si no quieres no te obligo. ¡Pero es cierto, hay videojuegos! Yo no voy porque me dan igual pero puedes probarlos y todo. A lo mejor hay torneos.

Tanto insistir le estaba poniendo nervioso. Piensa en decirles que sí para que lo dejen en paz de una vez. Aparte, tal vez pueda ser útil para él la visita. Podría comprar el videojuego que su primo James le recomendó, el de The Witcher. Irá a mi bola y dejará que Mary y Denis vayan a la suya.

—Pues a lo mejor voy —termina cediendo—. Hay uno que quiero encontrar.

La reacción de ambos es instantánea. Mary esboza una sonrisa de alegría. Derek sabía que ella solo estaba intentando ayudarlo a adaptarse a la nueva ciudad. Denis también se pone muy contento.

—¡Allí seguro que lo encuentras! —exclama el niño—. ¡Bien!

—Pues ya tenemos plan para el sábado —dice Mary tras terminarse el postre.

Mientras tanto, al otro lado del bar, Clovis mira con atención al chico al que le acababa de dar el papel. Su compañera Cristina lo estaba observando. Se fija en que Clovis estaba completamente ensimismado en sus pensamientos mientras limpia vasos.

—Eh, que te empanas —dice Cristina dándole un pequeño codazo.

Consigue que Clovis se sobresalte. La chica pensaba que tenía que agradecer que ella le haya dado el toque y no su tío Lucas. Este último era simpático pero era serio en el trabajo. Cristina y Clovis se habían hecho muy amigos gracias al bar en el cual trabajaban como camareros. Cristina era una chica alta con el pelo rubio y ondulado. Estaba pensando en cortárselo aunque nunca se había atrevido a dar el paso.

—¡Cris! —exclama Clovis volviendo a la realidad—. No me empano. Ya sabes que cuando limpio vasos me distraigo. No es lo mismo que empanarme.

Cristina suelta una pequeña risa. Conocía a Clovis bien. Se habían conocido en aquel trabajo y Cristina le había cogido mucho cariño. Por ese motivo, sabía que estaba poniendo una excusa. Lo había visto empanarse. Cristina era una persona muy cotilla. No podía controlar sus ansias de curiosidad.

—Dime, ¿ese papelito que había en la tarta de ese chico tan guapo estaba ahí por casualidad? —pregunta la muchacha con una sonrisa llena de picardía.

Por la cara que puso Clovis, Cristina supo que lo había pillado. ¡Ja! ¿Se creía que aquel papel iba a pasar desapercibido? No quería pensar mal pero estaba seguro de que le había escrito una notita. ¡Ella quería saber exactamente qué le había escrito! Sin embargo, parecía que Clovis no quería soltar prenda.

—¿Quién sabe? La casualidad es caprichosa —responde el chico mientras se rasca el cuello, visiblemente nervioso—. No sé lo que acabo de hacer. Creo que el cansancio me está pasando factura. Ya sabes cómo es mi tío, quiere que tratemos bien a la clientela...

—Sí, sí, claro. Por eso le dejas papelitos a todo el mundo todos los días —dice Cristina con un deje de sarcasmo.

La chica era muy avispada. Por eso el tío de Clovis no había dudado en contratarla para su bar. Tenía soltura con los clientes y, además, tenía buena memoria y reflejos. Por esta razón, se había dado cuenta de que Clovis había metido una nota en el plato de la tarta para el chico de la mesa a la que estaba atendiendo antes. No podía engañarla.

—Siempre hay un comienzo para todo. Vale. Está bien. No he pensado mucho en lo que acabo de hacer...ha sido algo impulsivo —explica Clovis dubitativo mientras mira a Derek Swan desde detrá de la barra—. Estoy un poco arrepentido pero ya es tarde.

—¡No, no! —Cristina niega con la cabeza—. ¡Las oportunidades no se pueden desaprovechar.

De repente, la muchacha nota su móvil vibrar. Como ya prácticamente no quedaban clientes, Cristina mira su móvil de pasada. Era un mensaje de su novio José. Este tenía casi la misma edad que ella. Se habían conocido una noche de fiesta. A partir de ahí, todo había ido a más. Llegaron los besos y las caricias. No obstante, últimamente no iban demasiado bien las cosas entre ellos. Aun así, Cristina guardaba la esperanza de que pudieran solucionarlo. Sin embargo, sus esperanzas se rompen en el instante en el que lee el mensaje:

Rubia, al final no puedo salir esta noche. Me han invitado unos amigos a cenar y eso. Ya mañana nos vemos. Intenta coincidir conmigo, a ver si ahora vas a salir de fiesta mañana. Besos, guapura.

Clovis sigue hablando mientras tanto:

—Ni siquiera sé si se le puede llamar oportunidad a eso —ve como ella observa su móvil—. ¿Y tú qué? ¿Todo bien?

Cristina se sobresalta con la pregunta. Estaba tan concentrada pensando en qué responderle a José que se había sorprendido con la voz de Clovis. Casi había olvidado de lo que estaban hablando. En ese instante, la familia Swan y la familia Harold pagan la cuenta de la comida y se marchan. Derek no había levantado la mirada en ningún momento. Clovis se desilusiona pero decide centrarse en Cristina. Parecía afectada por algún motivo. Sospechaba cuál era.

—Sí, sí, todo bien —la chica fuerza una sonrisa mientras guarda el móvil sin contestar al mensaje.

Clovis frunce el ceño. Cristina había sonreído a duras penas. No le gustaba preocupar a los demás. Ella siempre quería transmitir alegría, no tristeza, por muy mal que estuviera por dentro. Sin embargo, igual que Clovis no podía engañar a Cristina, esta no podía engañarlo a él. Clovis le pone una mano sobre el hombro con preocupación.

—Eh, no eres la única en descubrir secretos. Cada vez que te suena el móvil pones cara rara. ¿Es por tu novio? Ya sabes que no me cae bien pero independientemente de eso, no quiero verte mal. Eres el alma del bar. Si tú caes, yo, probablemente, me mate…

Qué buena persona es Clovis, piensa Cristina. Era muy buen amigo. No quería que se preocupara demasiado y menos por problemas que ella tenía. Además, seguro que no era para tanto. Debía relajarse y dejar de comerse la cabeza por Jose. No merecía la pena. No iba a solucionar nada. Llegaba un punto en el que ni siquiera estaba enfadada con él. Se lo dejaba pasar. Entonces, cuando se da cuenta, tiene un batido de vainilla ante ella y a Clovis sonriendo detrás de él.

—Invita la casa —dice Clovis guiñandole un ojo.

Definitivamente era muy buen amigo. Siempre conseguía animarla, pasara lo que pasara. Clovis podía parecer distraído pero en el fondo no lo era. En absoluto. Sonríe viendo el batido que le ha preparado. Esta vez era una sonrisa honesta. Pega un pequeño salto y le da un beso en la mejilla en señal de agradecimiento.

—Ay, que bueno eres —Cristina bebe un sorbo del batido y le explica—. Hoy tenía planes con José pero ha quedado con sus amigos.

Se encoge de hombros para quitarle importancia al asunto. No quería darle demasiadas vueltas o se pondría más triste aún. Tampoco quería formar un drama. Sabía que Clovis había pasado cosas peores y no estaba formando ningún pollo. Ella tenía que hacer lo mismo. Ya no quedaban clientes en el bar. Solo les quedaba recoger así que se relajan.

—Ya sabes que no soy un experto en relaciones pero no es la primera vez que te deja tirada —comenta su amigo—. En tu vida mandas tú pero no me gusta nada ese chico. No te mereces esto.

A Cristina le incomodaba ese tipo de comentarios contra su pareja. Sabía que tenía a veces una actitud pasota pero no era mala persona. Ella lo quería al fin y al cabo. Eso tenía que valer, ¿verdad? Esperaba que sí. Sin embargo, cada vez tenía más la sensación de que se estaba solo consolando a sí misma con aquellos pensamientos. Claro que en su vida mandaba ella. Era consciente de eso. Por eso sabía que de momento seguiría con José. Cuando lo conoció, ella pensó que era distinto a los demás chicos que le habían gustado en el pasado. Muchos solo se habían interesado en ella por el físico y poco más. José, en cambio, la había hecho sentir especial desde el primer momento. Hasta ahora.

—¿Pues sabes qué? —la voz de Clovis la sobresalta—. Esta noche podríamos quedar en tu casa para cenar algo. A Blue seguro que no le importa y ya sabes que Adrián está encantado contigo. Seguro que se apunta. ¡Así hacemos algo divertido!

Cristina vuelve a sonreír. ¡Era un plan genial! Le gustaban mucho las fiestas. Blue era su compañera de piso y una muy buena amiga. Adrián también pertenecía a su grupo e incluso se atrevería a decir que era el mejor de los mejores. Tenía un gran corazón y era tan entusiasta como ella. La idea de cenar junto a Adrián, Blue y Clovis le hacía ilusión. En su cabeza ya estaba formando el plan de la noche. Si algo se le daba bien a Cristina, era organizar una fiesta.

—Sé que no te cae bien pero...—Cristina se da cuenta de que va a poner excusas pero aun así continúa—, le conozco. Es mejor de lo que crees. En cuanto al plan…¡me parece genial! ¡Será divertido!

—Bueno, dejemos el tema —dice Clovis cogiéndole las manos y moviéndolas un poco—. Pensemos en el presente. Y el presente es lo bien que vamos a pasarlo esta noche. ¡Nos merecemos un buen premio! Yo llevo el chocolate, tú solo preocupate de no tener la nevera vacía, cosa que era típica antes de tu llegada en casa de Blue…

—Tú tranquilo. Sabes que se me da bien organizar quedadas.

—Eres la experta —Clovis se ríe.

Mientras los dos jóvenes charlaban más alegremente, no se dan cuenta de los sucesos extraños que estaban teniendo lugar en ese mismo instante en ese mismo sitio. Clovis y Cristina ya habían hecho sus planes nocturnos. Derek Swan en su casa se preguntaba qué paso debía dar. Otra persona hacía sus propios planes a la espera de que llegara el momento propicio cerca del bar.


Sara Riddle

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Fecha de inscripción : 06/10/2017

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